Primeramente, disculparme por los días que he desatendido el blog, pero otras obligaciones han llamado a mi puerta y me ha sido prácticamente imposible... Ahora que ya estoy asentada de nuevo y más tranquila retomo mi querídisima bitácora.
No voy a hablar ni de fútbol, ni de tenias, ni baloncesto. Voy a hablar de algo más importante que todo eso. Y que conste que no lo hago para dar lecciones de nada y mucho menos de moral. Tampoco voy a contaros nada nuevo, ni que no sepáis ya, pero si estas líneas sirven para algo, y alguien que las lea, recapacita, se para y piensa, pues bienvenido sea.
No dejo de ver gente exaltada, de mal humor, en el tren, por las calles. Gente agobiada con sus problemas, gente en definitiva que pierde los nervios rápidamente.
Gente que gira la cara cuando ve un vagabundo pedir, que se pone de mal humor cuando escucha algún discurso en el metro contanto sus penalidades, gente que se pone los cascos y sube su música del mp3 y hasta cierra los ojos para no tener que "soportar" a esa gente sin recursos que nos rodea.
Y sé que muchos de vosotros pensaréis eso de "muchos vagabundos están así porque quieren" o "piden dinero para drogarse". Pero, ¿qué pasa con esa gente que han sido tocados con la varita de la mala suerte y simplemente les ha tocado vivir una mala vida? También ante ellos debemos girar la cara, ¿no?
Y sé que muchos de vosotros pensaréis eso de "muchos vagabundos están así porque quieren" o "piden dinero para drogarse". Pero, ¿qué pasa con esa gente que han sido tocados con la varita de la mala suerte y simplemente les ha tocado vivir una mala vida? También ante ellos debemos girar la cara, ¿no?
Al salir de la ONG en la que colaboro, cerca de Sol, hay siempre un hombre sentado, sin piernas,pidiendo dinero. Le dejo unas monedas y la tristeza me invade porque sé que nada solucionan y no sé que más se puede hacer...Por Gran Vía hay un hombre que regala su poesía, poesías increíbles os lo puedo asegurar, así podría seguir hasta siempre.
Justo anoche emitían un nuevo capítulo de Hospital Central. Entre otras historias, contaban la de una mujer que no podía dormir. Aparentemente un problema minúsculo. Pero la cosa pintaba mal, cuando no eran capaces de dormirla ni cuando la sedaron. Diagnóstico: insomnio letal. Los síntomas empezaban con apatía, mal humor y sueño. La mujer moriría en meses y además estaba embarazada.
No sé muy bien con qué fin escribo esto, y me reitero que no quiero exigir nada ni mucho menos dar lecciones a nadie, pero un "poquito de por favor". Al menos intentemos ser felices con lo que tenemos, y no giremos la cara, que a veces las cosas nos pueden tocar a nosotros.
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